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La política alimentaria de la UE está más viva que nunca

Dos informes publicados en marzo de 2020 por la Comisión de Asesoramiento Científico de la Comisión Europea han pasado desapercibidos. No obstante, tiene una gran relevancia para nuestro futuro sistema alimentario, ya que la inseguridad alimentaria y la sostenibilidad son ampliamente reconocidas como uno de los desafíos globales más importantes que enfrenta la humanidad en el siglo XXI, vinculados a una serie de otros desafíos que incluyen la desnutrición, la pérdida de biodiversidad, el cambio climático, la degradación del suelo y la calidad del agua.


Por ello, garantizar alimentos suficientes, seguros y nutritivos para todos es un problema importante para la Unión Europea, tanto internamente como en términos de sus responsabilidades internacionales más amplias. Estos desafíos, que requieren un enfoque interdisciplinario, se ven exacerbados por las condiciones actuales de rápido crecimiento de la población, el aumento de la urbanización y la inestabilidad política en todo el mundo.


En este artículo resumimos algunos de los puntos más destacados en ambos informes.


Nuestro sistema alimentario no es sostenible y requiere un cambio radical


La transición a un sistema alimentario más justo y sostenible dependerá de cómo se definan los alimentos (como un derecho, como una mercancía, como una fuente de placer, etc.).


Muchas personas involucradas en el sistema alimentario actual consideran los alimentos como «un bien comercializable «, cuyo valor está determinado por su precio de mercado, los ciudadanos son vistos solo como consumidores y la práctica de «maximizar la producción de alimentos, en particular los alimentos ricos en calorías, mientras se minimizan los costos» llega a dominar el sistema. En tal escenario “está claro que alimentar a las personas de manera saludable es solo un objetivo subordinado. (…) Una transformación a un sistema alimentario sostenible, por lo tanto, requiere un marco que ponga la sostenibilidad en su centro «.


Por tanto, para llevar a cabo una transición a sistemas alimentarios más sostenibles, los alimentos deben considerarse más como un bien común que como un bien de consumo».


Dada la urgencia de los problemas globales a los que se enfrenta nuestro sistema alimentario, incluidos los vínculos con el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, la salud (por ejemplo, la doble carga de la desnutrición, las enfermedades cardiovasculares relacionadas con el sobrepeso, la diabetes tipo II y varios tipos de cáncer) y cuestiones socioeconómicas (p. ej., alimentos accesibles y saludables, y la situación socioeconómica de los trabajadores agrícolas), «lo de siempre» ya no es una opción viable. Por lo tanto, se requieren cambios fundamentales que involucren enfoques integrados, interdisciplinarios e intersectoriales. La clave de este enfoque es adoptar una perspectiva inclusiva de todo el sistema en lugar de tratar de forma aisladas las diferentes partes del sistema.


Respaldar un entorno alimentario que ayude a los ciudadanos a tomar decisiones alimentarias saludables y sostenibles


Las elecciones de los consumidores generalmente no se basan únicamente en la mejor información disponible: también están limitadas por las normas y convenciones, el precio, la conveniencia y el hábito, y las formas en que los alimentos se presentan. Por ello, apoyar las elecciones sostenibles del consumidor requiere mejoras en el entorno alimentario.


Los «entornos alimentarios» son el entorno físico, económico, sociocultural y político que afecta la disponibilidad, accesibilidad, asequibilidad y atractivo de los alimentos. En otras palabras: los entornos alimentarios dan forma a los alimentos que compramos y comemos. Acercarse a la política alimentaria a través de la lente de los entornos alimentarios promueve un enfoque integral, basado en la evidencia disponible y que va a la raíz de los problemas, poniendo a las personas primero y facilitando que la elección sostenible sea la opción predeterminada. Esto, a diferencia del modelo de «elección del consumidor» (promovido por la industria), ha dominado durante décadas el debate sobre los alimentos y ha sofocado el progreso.


Aproximarse a la política alimentaria a través de la lente de los entornos alimentarios, acompañado de una combinación adecuada de medidas políticas (como las políticas de contratación pública, que están actualmente infrautilizadas en muchos países) y un fortalecimiento de los actores más vulnerables del sistema alimentario, es probablemente la mayor oportunidad para una transición sostenible de los sistemas alimentarios.



Combinar diversas medidas regulatorias, financieras, de comportamiento, de información, comunicación y educación para impulsar el cambio


Las medidas políticas vinculantes (coercitivas), como la regulación y las medidas fiscales, deben considerarse los principales impulsores para lograr un cambio hacia la sostenibilidad alimentaria.


La información confiable para el consumidor, incluyendo estándares independientes y transparentes de certificación y etiquetado de terceros; iniciativas de educación y comunicación, como campañas de sensibilización; y las herramientas de comportamiento, pueden ayudar a influir en una mejor elección del consumidor. Sin embargo, estas medidas son insuficientes por sí solas, porque las elecciones de los consumidores también se ven afectadas por otros factores, como las preferencias culturales y/o el sabor de los alimentos, la publicidad o los precios. Las iniciativas voluntarias de la industria o del consumidor pueden ser útiles, pero no deben considerarse como los principales impulsores del cambio.


De hecho, la responsabilidad colectiva es primordial y es probable que las mezclas de instrumentos bien diseñadas sean las más efectivas. En consecuencia, se recomienda comenzar una discusión real y constructiva sobre la combinación de políticas para impulsar una transición sostenible del sistema alimentario, que debería estar liderada por la regulación y puede ser apoyada por acciones voluntarias, relevantes y verificables para llevar a cabo un monitoreo adecuado.



Estimular el cambio hacia dietas más saludables y reducir el desperdicio de alimentos


Es bueno recordar que existe un amplio consenso científico sobre la necesidad de la transición a dietas más saludables – reducción del consumo de carne y aumento del consumo de frutas, hortalizas, vegetales, cereales integrales, legumbres, frutos secos, etc. y sostenibles. Los alimentos son responsables del 21-37% de las emisiones de gases de efecto invernadero. La referencia explícita a la “producción ganadera intensiva” y su asociación con una variedad de problemas ambientales y de salud, incluida la contaminación del aire y la resistencia a los antimicrobianos, está más presente que nunca. Igualmente, el desperdicio de alimentos es una cuestión preocupante.


Si bien la transformación de los sistemas alimentarios hacia dietas saludables y sostenibles conlleva muchos beneficios colaterales, también hay algunas contrapartidas. Estos no se pueden pasar por alto y deben gestionarse de manera equitativa y satisfactoria.


La Comisión Europea como líder para apoyar la transformación del sistema alimentario a nivel mundial, europeo, nacional, regional y local


La Comisión Europea está bien posicionada para liderar y convertirse en el motor que impulsa el cambio hacia un sistema alimentario sostenible en la UE y más allá. Para ello se proponen tres niveles de actividad.


En primer lugar, la Comisión Europea debería hacer pleno uso de sus capacidades en todas las áreas políticas en las que puede legislar y adoptar actos vinculantes. En segundo lugar, la UE debería utilizar sus instrumentos financieros (como financiación regional, social o educativa) para apoyar los objetivos de sostenibilidad alimentaria. La inversión adecuada es un motor crucial. En tercer lugar, la Comisión Europea debería utilizar su poder de convocatoria, facilitación e intermediación en áreas de políticas donde tiene una influencia más limitada para apoyar aún más los objetivos de sostenibilidad alimentaria.


Esta función de intermediación debería reunir a los niveles europeo, nacional, regional y local, y diferentes actores en el sistema alimentario en un foro participativo, multidisciplinario, bien diseñado, coordinado por la Comisión Europea y dedicado a apoyar la transformación a nivel de la UE en torno a un objetivo claro. Esto debería incluir ayudar a reconocer, mapear, compartir y evaluar la amplia variedad de políticas e iniciativas nacionales, regionales o locales existentes que apoyan la sostenibilidad integral de los alimentos, dado que la política alimentaria en la UE (p.ej. la Política Agrícola Común, la legislación de seguridad alimentaria, la Política Pesquera Común, la legislación ambiental, la política de salud y energía, la política de investigación e innovación y las leyes de comercio y competencia) está fragmentada sin un marco global.



En definitiva, es difícil hacer recomendaciones específicas en ausencia de evidencia más sistemática de lo que funciona, la naturaleza controvertida de los objetivos de sostenibilidad alimentaria y la diversidad de contextos geográficos, grupos de interés y patrimonio culinario en toda Europa. Sin embargo, la conclusión es que una transición hacia un sistema alimentario sostenible es posible, pero requerirá coordinación y voluntad política.


Queda por ver si la tan esperada Estrategia de “la granja a la mesa” proporcionará un terreno fértil para ponerlos en práctica. Eso sería un verdadero cambio de juego y acercaría la perspectiva de una Europa sostenible a todos nosotros.



Referencias: Para consultar los dos informes (en inglés), sigue este y este enlace.

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